viernes, febrero 2

UN PERIODISTA PARA ROSÚA

La disminución y el aumento de la inseguridad, vistas según un diario oficialista de principios del siglo XX. Aprenda a darse vuelta en el aire y a encontrar explicaciones para conformar a su ministro jefe.


El diario Unión Provincial había nacido como furibundo opositor al gobierno de Luciano Leiva y preparando la gobernación de José Iturraspe. A tal punto era opositor con Leiva, que su director estuvo preso por orden del gobernador.

Pero, vueltas de la vida, en 1900 Unión Provincial era el diario oficialista por excelencia, a tal punto que sus periodistas hubieran sido los preferidos del ministro Roberto Rosúa.

En enero de ese año, publicó una información, por supuesto, no exenta de opinión, titulada “El cuatrerismo. Una plaga que se extingue”.

Según datos elevados a la Suprema Corte por parte de los juzgados de instrucción y de sentencias el número de cuatreros se había reducido en un ¡85%!, en 1898 y 1899.

“La causa de esta disminución no es un fenómeno casual”, afirmaba Unión Provincial, “responde simplemente a la reforma del procedimiento y a la organización actual de las policías rurales”.

“Negado al cuatrero el recurso de excarcelación, bajo fianza, se le obliga a retirarse de la vida matrera o eternizarse en la cárcel. Entonces no le queda otro remedio que abandonar el campo de sus fechorías y huir a otro punto donde la ley sea menos severa para castigar sus faltas”.

Pero además, había otra razón. “La impunidad que en otro tiempo gozó, debido a la complacencia de malos elementos policiales, ya no existe. Los jueces de paz y los comisarios de la campaña se han dado cuenta de la responsabilidad en que incurren al no perseguir al cuatrero con todos los medios a su alcance”.

Tres días después, el 16 de enero de 1900, publica que resultaba alarmante el aumento de la criminalidad en la misma campaña santafesina. “De un tiempo a esta parte han recrudecido de un modo alarmante las escenas de sangre en la campaña”, afirmaba. “Los espíritus díscolos y poco observadores han creído ver en este fenómeno una prueba palpable y evidente de la mala organización de las policías rurales”, continuaba, afirmando que esa era “una hipótesis completamente desprovista de sentido común y que demuestra la falta de conocimiento de la vida íntima de nuestras colonias y de su sociabilidad”.

La explicación verdadera, para el diario oficialista requería de algún tiempo de estudio. Tanto en las ciudades como las colonias, los hechos sangrientos llegaban a un maximun en épocas determinadas del año, señalaba. Para Unión Provincial, los meses de diciembre, enero, febrero, marzo, abril y mayo “son predestinados para el delito”. Y la explicación era muy sencilla. A saber:

“Las faenas de las cosechas, concentran en todas las poblaciones rurales centenares de individuos de caracteres completamente distintos y de hábitos de toda clase. Al trabajador laborioso y económico, se junta el orillero de la ciudad, sempiterno cliente de boliche y actor infaltable de todas las pendencias y escándalos. Trabaja dos o tres meses y con el producto de su labor excepcional, recorre las casas de comercio de la campaña abusando de las bebidas espirituosas y concurriendo a todas las jaranas. Mientras le dura el dinero, puede decirse que es un candidato irremisible de la penitenciaría”.

Faltó que escribiera, este periodista, que la desocupación era buena para bajar los índices de criminalidad.

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