sábado, febrero 17

FAENA CLANDESTINA… DE RATAS

Un borracho santafesino desencadenó una profunda investigación, a cargo del comisario Ramón Frutos, quien descubrió una importante red de faena clandestina, destinada a la fabricación de embutidos. No eran caballos ni eran perros los sacrificados para elaborar sabrosos salames, sino ratas.

En diciembre de 1899 Unión Provincial realizó un impresionante despliegue en su portada. “Una pesquisa importante. Elaboración criminal – Criadero de ratas – Prisión de los industriales – Todos los detalles”, es el extenso título de la información.

Un agente de la comisaría cuarta había detenido en la calle a un sujeto en completo estado de ebriedad. Al hacerle el registro de práctica, le encontró en uno de los bolsillos del saco, una enorme rata gris, con la cabeza hecha pedazos y en estado de putrefacción.

“En el momento en que se hacía el decomiso del cadáver de la rata con la santa intención de destinarla al depósito de basuras, acertó a pasar por la oficina de la referencia, nuestro activo comisario de pesquisas, el señor don Ramón Frutos, quien enterado del caso ordenó se guardase el mamífero hasta nueva orden y se pusiese al detenido a disposición de la comisaría a su cargo”, decía el cronista.

Desde tiempo atrás, se tenía la información “de un negocio infame que hacían varios peones del cementerio con los antipáticos roedores. Se sabía que una cuadrilla perfectamente organizada se ocupaba exclusivamente de cazar ratones, en los alrededores del campo santo, ignorándose el móvil de la cacería”.

Cuando el detenido fue interrogado confesó que la rata era “un encargo de la vieja Manuela. La vendo a tres por diez, hace mucho tiempo… La que usted ha visto me la rechazó por averiada”.

Entonces se fueron a buscarla a doña Manuela Galíndez, que dijo ante el comisario: “Yo soy incapaz –dice- de hacer mal a naides, pero es el caso señor que un día se presentaron en mi casa dos catalanes, proponiéndome que les vendiera ratas a cinco centavos las grandes y a dos por cinco las chicas. Decían que eran para la Municipalidad de Güenos Aires. Parecía una gente güena y como yo vivo de mi trabajo y no se ofende a naide con vender ratas en güena ley, cerramos trato”. Confesó, doña Manuela, que como no daba abasto, las comenzó a criar en su casa.

Previa orden de allanamiento, se fueron a la casa de doña Manuela, en las inmediaciones del Cementerio. Y se encontraron, como dice el diario, con “un corral cercado por latas viejas, dentro del cual hacían vida matrimonial una majada de cerca de 500 ratas de ambos sexos grandes como gatos”. Y aquí estaba el quid de la cuestión: “En medio del patio estaba instalada una máquina de picar carne, de tipo antiguo, sucia y grasienta en la que se comprobó se sacrificaban los inocentes roedores”.

Frente al juez, y en careo con el primer detenido, se supo que doña Manuela compraba ratas a los peones del cementerio y también las criaba, con lo que producía unas 1500 mensuales. Y en su misma casa las picaba y hacía embutidos, que eran vendidos como de lechón.

Pero doña Manuela no era egoísta. También vendía los ratones a una fábrica, “perfectamente establecida en la que se elaboran embutidos de ratas y se expenden impunemente al público como si fueran de cerdo legítimo”. Al aguardo de que la municipalidad expidiera su informe, Unión Provincial señaló: “Por lo pronto recomendamos al público en general piense bien lo que hace antes de engullirse un chorizo o una raja de salame”.

Fuera de Foco, quiere realizar un humilde homenaje al comisario de pesquisas don Ramón Frutos, por tener un olfato del que muchos hoy carecen. Y una recomendación: ojo con lo que se llevan a la boca.

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