martes, enero 8

UN AÑO SIN RESPONSABLES

A un año de la extraña muerte del trabajador rural Jorge Junco, familiares y organizaciones sociales del norte santafesino se movilizaron en Villa Minetti pidiendo justicia. Por Sergio Lescano, desde Tostado.

Hace mucho calor. Mucho de verdad. Mucho calor para los que no están acostumbrados a tener que pelearle a las inclemencias del tiempo por generaciones. No obstante las agobiantes temperaturas del enero en el norte provincial (a cielo descubierto y sin aire acondicionado ni piletas ni playas, entre otras carencias) nadie en la marcha hace mención al fenómeno climático del calentamiento global.

Se hicieron las siete de la siesta (bromeó un caminante), y comienza a desarrollar su trayecto la marcha convocada por la familia Junco, al cumplirse un año de la misteriosa muerte del joven peón rural Jorge Junco en un establecimiento rural de la localidad de Villa Minetti.

Caras de dolor y de desamparo se hicieron presentes en la ruta 92 S (acceso a Villa Minetti). Sobre la tierra que genera suculentas riquezas marcharon los que padecen la acumulación de los recursos sojeros en muy pocas manos. Jorge Junco amaneció el 4 de enero de 2007 colgado de su supuesto lazo y con visibles marcas de haber recibido agresiones.

El hecho se dio a horas de haberse presentado voluntariamente ante la justicia para declarar en calidad de testigo por un resonado caso de abigeato en el establecimiento rural de Villa Minetti en donde trabajaba, a escasos metros de un destacamento de la Guardia Rural “Los Pumas”.

El domingo no estuvieron los medios sensacionalistas ni los candidatos locales que se habían puesto el traje de sensibleros y comprometidos con las causas populares. Las elecciones pasaron, y los ganadores archivaron el corazón hasta la próxima campaña.

Tampoco caminaron los pocos que se enriquecen y nos fumigan con sus avionetas, rociando sobre los pueblos el desprecio y la ambición que caen y envenenan todo junto a los agroquímicos.

La marcha es lenta, con los que no tienen otro medio de transporte que sus propios pies, una bici o a lo sumo la parte trasera de una chata que te levanta en la ruta.

“Yo quiero una casita en este Foprovi”, bromeó un changuito rápidamente madurado en hombre, justo frente a los enormes caserones que emergen sobre el acceso a Villa Minetti. Olor a soja, a desmonte, a desprecio es lo que uno percibe por esos barrios, donde no faltan pequeñas células (no tan pequeñas) del monstruo trasnacional que se come el suelo y no deja qué comer a los que lo habitan.

“Bichos raros” habrá pensado alguno de los que observan la marcha durante su recorrido. No somos raros, somos pobres y honestos.

Mientras llegamos a la plaza nos preparamos en vano para enfrentar las cámaras de la tele y de los corresponsales de los medios gráficos de la provincia. Sólo un fotógrafo local testimonió el avance de nuestro pedido de justicia. El cura sonríe, pero no es a misa hacia donde se dirige este centenar de personas. Cuando el cura lo advierte, gira y nos entrega su enorme e indiferente espalda e ingresa al templo en donde muchos lavan sus culpas pero pocos piensan en Jorge Junco.

El acto es emotivo, como todo acto humilde en donde se pide saber qué pasó con la vida de un changuito que de buenas a primeras apareció colgado de su propio lazo en su lugar de trabajo. La mentira es tan grande que ni el lazo que acompañó a Jorge en el último suspiro le pertenecía; como tampoco parecía pertenecerle la decisión de quitarse la vida.

AMSAFE y CTA del Departamento 9 de Julio acompañaron la marcha y fueron bien recibidos por la familia Junco. La comunidad de Villa Minetti agradece y aprende a salir del cautiverio al que durante muchos años ha sido sometida. Los jóvenes comienzan a tomar las banderas de generaciones pasadas, y se animan a participar en estas marchas. Ellos son los que pueden construir un mundo mas libre y justo para todos.

La Juventud CTA del departamento también se encargó de destacar este fenómeno, y a través de dos representantes dejaron humildes pero valiosas palabras de apoyo a una comunidad que quiere despertar.

“Agradezco a quienes durante todo este año siguen estando con nosotros a pesar de los aprietes, presiones y comentarios desalentadores” fueron las palabras con las que Pedro Junco comenzó su alocución. No me siento solo porque ya no es la familia Junco la que pide justicia. Ya son los pueblos los que están convencidos del asesinato de mi hermano”.

Las palabras de Pedro llevan no sólo el dolor de un hermano, sino la certeza de quien presenció la autopsia y recibió de parte de la doctora Amalia Aída Calvo, la confirmación sobre sus sospechas: “¿Su hermano estaba tan loco como para agredirse en el rostro y luego suicidarse?”.

No obstante es el juez quien decide en qué circunstancias se produjeron los acontecimientos, y un forense se limita a diagnosticar los síntomas y las huellas de la muerte en el cuerpo de Jorge.

El Dr Cotet renunció a la causa apenas iniciada, y por sorteo la misma recayó en las manos del Dr. Miguel Frausin.

Pedro se encargó de recordar el pasado del abogado que devenido en conjuez cerró la causa como suicidio y procedió a archivarla rápidamente, cajoneando la posibilidad de sumar nuevos testigos (que en Villa Minetti abundan) para esclarecer los hechos que desembocaron en la muerte del joven peón rural.

“Frausin siempre defendió a los cuatreros. Los Junco no somos cuatreros. ¿A quién iba a defender Frausin? ¿A los pobres trabajadores rurales, o a los cuatreros?”. No hay mucho más para agregar en este párrafo.

“Quién no sabe en Villa Minetti cuáles son los ladrones y sus cómplices? Los que juran defendernos hacen todo lo contrario. Nosotros los elegimos para que nos representen, y ellos no nos cuidan, se llenan de guita, y nosotros seguimos pobres y llenos de impunidad”.

Pedro Junco cerró su discurso advirtiéndonos sobre su futuro y el de su familia. “Si en algún momento aparezco muerto en un accidente, suicidado, o por un ajuste de cuentas, no lo crean. Es puro verso. De todos modos aquellos a los que les gustaría que desaparezca y que no hable más, les recuerdo que ya hoy es demasiado tarde.

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