martes, enero 15

PERIODISTAS DISCREPAN PÚBLICAMENTE EN EL DIARIO DONDE TRABAJAN

Ahora que –en esta parte del mundo- estamos en período vacacional, se supone que tenemos un poco más de tiempo para leer. DsD presenta una recopilación de un hecho ocurrido en el principal matutino de España. La figura y trayectoria del “Che” Guevara provocó un editorial del diario; una posterior intervención del Defensor del Lector y más tarde la publicación de una nota de los trabajadores de El País en divergencia con lo expresado por la empresa periodística. Para repasar la polémica en forma completa, mirarla desde todos los puntos de vista y reflexionar. Además, lo qué editorializaba el matutino español del revolucionario hace diez años y lo qué piensa ahora. Fuente: Diario sobre Diarios.

En octubre de 2007 se cumplieron 40 años del asesinato del revolucionario Ernesto “Che” Guevara. Fue, sin dudas, uno de los hechos más comentados por los medios de todo el mundo. Nuevas investigaciones, columnas de opinión, reportajes a sobrevivientes de la aventura en Bolivia, editoriales y demás textos se publicaron en diarios y revistas. Sin embargo, desde lo “periodístico” hubo un hecho relacionado con estas evocaciones que sobresalió por lo inusual y que sería inimaginable en la prensa escrita argentina.

Ocurrió en el diario español El País y mostró que el hecho de ser uno de los mayores conglomerados mediáticos del mundo, no implica la anulación de algunos márgenes de “democratización” en la relación entre la empresa y los periodistas que trabajan en ella. Las dos caras de una misma moneda: los periodistas pueden no ser “rehenes” de los multimedios y los grandes conglomerados pueden sostener conductas formalmente democráticas. En el cruce de esa resultante, no hay dudas, ganan los lectores.

Es cierto que la polémica entre la empresa y los periodistas que allí trabajan fue en torno a una personalidad fallecida hace 40 años y que la divergencia sólo se planteó en términos de opinión. Subsiste la duda sobre si esos mecanismos que los periodistas de El País tienen a su disposición, puden ser aplicados del mismo modo a temas polémicos de la coyuntura informativa española.
No es el objetivo de este trabajo discutir la figura de Guevara. Al respecto se ha escrito mucho y se escribirá aún más. La idea es poder reunir en esta Zona Dura las distintas aristas de un tema que tuvo una repercusión interna en una empresa periodística. Para aquellos que no pudieron seguirla día a día, se presenta aquí una cronología de los hechos. Y para dejar constancia en algún lugar de la web de la polémica en forma completa.

El editorial de El País

El 10 de octubre, El País publicó un editorial muy crítico con el guerrillero “argentino-cubano”. Se tituló “Caudillo Guevara”. Hasta ahí nadie podía sospechar la enorme repercusión y polémica que tendría en los días siguientes. A continuación se reproduce el editorial.

Caudillo Guevara

El romanticismo europeo estableció el siniestro prejuicio de que la disposición a entregar la vida por las ideas es digna de admiración y de elogio. Amparados desde entonces en esta convicción, y a lo largo de más de un siglo, grupúsculos de las más variadas disciplinas ideológicas han pretendido dotar al crimen de un sentido trascendente, arrebatados por el espejismo de que la violencia es fecunda, de que inmolar seres humanos en el altar de una causa la hace más auténtica e indiscutible.
En realidad, la disposición a entregar la vida por las ideas esconde un propósito tenebroso: la disposición a arrebatársela a quien no las comparta. Ernesto Guevara, el Che, de cuya muerte en el poblado boliviano de La Higuera se cumplen 40 años, perteneció a esa siniestra saga de héroes trágicos, presente aún en los movimientos terroristas de diverso cuño, desde los nacionalistas a los yihadistas, que pretenden disimular la condición del asesino bajo la del mártir, prolongando el viejo prejuicio heredado del romanticismo.
El hecho de que el Che diera la vida y sacrificara las de muchos no hace mejores sus ideas, que bebían de las fuentes de uno de los grandes sistemas totalitarios. Sus proyectos y sus consignas no han dejado más que un reguero de fracaso y de muerte, tanto en el único sitio donde triunfaron, la Cuba de Castro, como en los lugares en los que no alcanzaron la victoria, desde el Congo de Kabila a la Bolivia de Barrientos. Y todo ello sin contar los muchos países en los que, deseosos de seguir el ejemplo de este mito temerario, miles de jóvenes se lanzaron a la lunática aventura de crear a tiros al "hombre nuevo".
Seducidos por la estrategia del "foquismo", de crear muchos Vietnam, la única aportación contrastable de los insurgentes seguidores de Guevara a la política latinoamericana fue ofrecer nuevas coartadas a las tendencias autoritarias que germinaban en el continente. Gracias a su desafío armado, las dictaduras militares de derechas pudieron presentarse a sí mismas como un mal menor, cuando no como una inexorable necesidad frente a otra dictadura militar simétrica, como la castrista.
Por el contexto en el que apareció, la figura de Ernesto Guevara representó una puesta al día del caudillismo latinoamericano, una suerte de aventurero armado que apuntaba hacia nuevos ideales sociales para el continente, no hacia ideales de liberación colonial, pero a través de los mismos medios que sus predecesores. En las cuatro décadas que han transcurrido desde su muerte, la izquierda latinoamericana y, por supuesto, la europea, se ha desembarazado por completo de sus objetivos y métodos fanáticos. Hasta el punto de que hoy ya sólo conmemoran la fecha de su ejecución en La Higuera los gobernantes que sojuzgan a los cubanos o los que invocan a Simón Bolívar en sus soflamas populistas.

El Defensor del lector, se hace eco de la queja de los lectores

Cuatro días después del editorial, el Defensor del Lector del diario El País, José Miguel Larraya publicó una columna titulada “Che”, que a continuación se reproduce.

Antes un aporte: el Defensor demuestra tener un rol activo en cuestiones internas del diario cuando se trata de hacerse cargo de discrepancias de los lectores. Una vez más, nótese la diferencia con respecto a los profesionales en nuestro país, que sólo se dedican a agradecer las distintas misivas de los lectores; o de prestar atención a demandas sociales; pero nunca interactúan en defensa del público cuando estos manifiestan quejas concretas sobre lo publicado en el diario.

Che
Por José Miguel Larraya
Un editorial de EL PAÍS publicado el pasado miércoles ha puesto en pie a muchos lectores de España y de América. Caudillo Guevara es el título del editorial que ha generado la mayor protesta de los lectores que este defensor recuerda. Las cartas y llamadas recibidas transmitían tanto sorpresa como indignación por la valoración que realizaba el editorial de la figura histórica de Ernesto Guevara, el Che, con motivo del 40º aniversario de su fusilamiento en Bolivia.
Sobre el Che se ha escrito mucho. Cualquier lector interesado puede encontrar una bibliografía abundante, detallada -diarios, memorias, ensayos, biografías, novelas, películas, canciones-, para contrastar sus propias impresiones. Porque su imagen, la imagen que tomó el fotógrafo Korda en el puerto de La Habana, y que ha sido impresa en camisetas y banderas, en pasquines y paredes, forma parte ya de la iconografía del siglo XX entre los emblemas de la revolución. Y no sólo de la Revolución Cubana.
D
e las protestas de los lectores elegiré, con la arbitrariedad con que fraccionamos la realidad los periodistas, tres cartas, entre muchas. Llegan tanto de América como de España. A Cristina Retta von Römer, José Manuel Rúa y Carlos Neri, lectores que han protestado, les une un elemento común, constante en otras cartas y llamadas. En su inmensa mayoría advierten de que no hay que ser guevarista, ni extremista, "ni siquiera de izquierdas", para discrepar o criticar el editorial.
"Cualquier latinoamericano honesto, dotado de un mínimo sentido común, de información auténtica y sensibilidad social, sabe distinguir entre lo que son 'asesinos disimulados' bajo la fachada del 'mártir', de la acción de hombres que, equivocados o no con los métodos a seguir, pretendieron ser coherentes con un ideario tendente a revertir situaciones de verdadera violencia social en que América Latina estuvo inmensa por siglos: dependencia económica, explotación del campesinado, analfabetismo, pobreza extendida, desigualdades e injusticias sociales a granel", escribe Cristina Retta.
"Hoy, Latinoamérica vive en gran parte de sus países un giro político importante, al que se denomina de 'izquierda', tendente a atender la acuciante situación de esas sociedades en movimiento. Los cambios se imponen implacables, por maduros y exentos de violencia. Pero sin la revolución social de los años sesenta, fracasada, dictaduras militares de por medio, la realidad de hoy no sería la misma", añade Retta.
Desertor del poder
José Manuel Rúa considera que "el punto álgido de la perversión" llega en el editorial al convertir al Che en coartada para los regímenes represivos de América Latina. "Según este razonamiento, el que lucha contra la opresión no hace otra cosa que dar motivos al opresor para mantener y aumentar la opresión". El Che, recuerda el lector, "no se enfrentó contra ningún régimen democrático, sino a dictaduras militares". Y subraya una circunstancia que posiblemente haya contribuido a la universalidad del mito. "El Che renunció a instalarse en el poder y optó por seguir luchando contra la injusticia y la opresión en otras partes del mundo".
Carlos Neri considera que el editorial "no se queda corto a la hora de escupir arrogancia". Para este lector, "no hay otra manera de definir el criterio que se aplica al dejar trascender que aquellos que siguieron el camino del Che fueron incautos sin sentido común y por eso ofrendaron sus vidas sin saber lo que hacían".
Una constante en las cartas de protesta ha sido la caracterización del Che como un caudillo. "En Latinoamérica, el caudillo tiene una definición y perfiles muy propios que no se ajustan a lo que fue la vida y la acción de ese latinoamericano", escribe Cristina Rotta. Y en España, después de 40 años de dictadura, la palabra caudillo tiene nombre propio.
No es tarea habitual del Defensor dar curso a las cartas que discrepan de los editoriales del diario. Ni entrar a debatir sobre la figura histórica del Che Guevara. Los historiadores desmenuzarán su vida y su obra; se levantará su bandera o se condenará su ejemplo, pero valorar una vida y una época como la suya en las 467 palabras de ese editorial es, posiblemente, una tarea imposible.
La simplificación alimenta las peores polémicas. Aquellas en las que los sentimientos se imponen a los argumentos y las descalificaciones a los hechos.
El editorial terminaba diciendo que hoy ya son pocos los que conmemoran su ejecución en La Higuera. Pero la polémica que ha suscitado ese mismo comentario demuestra que su memoria, el mito, está viva todavía a los dos lados del océano.
La redacción discrepa con el editorial

Cuatro días después de la intervención del Defensor del Lector, los periodistas del diario, a través de su “Comité de redacción” publicaron una nota en el propio El País en donde mostraron su disenso con el editorial del matutino.

Allí señalaron:

La Redacción de EL PAÍS quiere mostrar su disconformidad con el editorial titulado Caudillo Guevara, publicado el pasado día 10 de octubre. Más de dos tercios de los redactores (250) consideran que el texto publicado no abordaba en su totalidad la figura de un personaje como el Che Guevara que, con sus luces y sus sombras, es lo suficientemente compleja para haberla tratado como si no hubiera una escala de grises.
El Estatuto de la Redacción contempla la posibilidad de discrepar de un editorial siempre que se logren reunir las firmas necesarias, que cifra en un mínimo de dos tercios de los redactores. En ejercicio de este mecanismo de transparencia y democracia interna, único en la prensa española, se ha habilitado este espacio para dejar testimonio de nuestra discrepancia.

Un periodista reacciona

Otra reacción que enriqueció el debate fue la del periodista español, Pascual Serrano, quien reveló algunas contradicciones que el diario El País tuvo con respecto a su visión del “Che” con diferencia de 10 años.

Serrano comenzó su “estudio comparativo” señalando: “Las hemerotecas son traicioneras. Guardan lo que uno pudo escribir hace años y permiten compararlo con lo que diga una década después. Es lo que le ha pasado a los editoriales de El País a la hora de tratar la trayectoria y la figura del Che Guevara. El pasado 10 de octubre, con motivo del 40 aniversario de su asesinato, bajo el título “Caudillo Che”, el editorial del periódico español embestía cruelmente contra la figura del guerrillero cubano-argentino. Pero hace más de diez años, el 17 de julio de 1997, en aquella ocasión debido a la llegada de sus restos mortales a Cuba, El País también dedicaba un editorial al guerrillero, entonces bajo el título ‘Vuelve el Che’”.

Luego Serrano desglosó ambos textos.

Editorial 17 de julio de 1997:

Treinta años después de la muerte de Ernesto Guevara -el guerrillero más emblemático y seductor de la revolución cubana-, en su recuerdo se unen la nostalgia del idealismo perdido y el filón comercial para quienes explotan su figura.
(…) la figura revolucionaría del Che se mantiene como un símbolo del idealista coherente y del hombre de acción.
Editorial 10 de octubre de 2007:
En realidad, la disposición a entregar la vida por las ideas esconde un propósito tenebroso: la disposición a arrebatársela a quien no las comparta. Ernesto Guevara, el Che, de cuya muerte en el poblado boliviano de La Higuera se cumplen 40 años, perteneció a esa siniestra saga de héroes trágicos, presente aún en los movimientos terroristas de diverso cuño, desde los nacionalistas a los yihadistas, que pretenden disimular la condición del asesino bajo la del mártir, prolongando el viejo prejuicio heredado del romanticismo.
Editorial 17 de julio de 1997:
(…) a finales de los años cincuenta y los sesenta fue un movimiento armado, antiimperialista y subversivo que acabó en Cuba con la dictadura de Batista y quiso extender, mediante las guerrillas, la subversión igualitaria por América Latina.
Tenía 39 años y su práctica política -exportar la revolución- devino en mito. Su imagen, multiplicada en cientos de miles de carteles por, todo el mundo, fue ya entonces la insignia de muchos jóvenes que veían en este médico asmático un ejemplo del guerrillero heroico a favor de la humanidad.
Editorial 10 de octubre de 2007
Sus proyectos y sus consignas no han dejado más que un reguero de fracaso y de muerte, tanto en el único sitio donde triunfaron, la Cuba de Castro, como en los lugares en los que no alcanzaron la victoria, desde el Congo de Kabila a la Bolivia de Barrientos. Y todo ello sin contar los muchos países en los que, deseosos de seguir el ejemplo de este mito temerario, miles de jóvenes se lanzaron a la lunática aventura de crear a tiros al "hombre nuevo".
Seducidos por la estrategia del "foquismo", de crear muchos Vietnam, la única aportación contrastable de los insurgentes seguidores de Guevara a la política latinoamericana fue ofrecer nuevas coartadas a las tendencias autoritarias que germinaban en el continente. Gracias a su desafío armado, las dictaduras militares de derechas pudieron presentarse a sí mismas como un mal menor, cuando no como una inexorable necesidad frente a otra dictadura militar simétrica, como la castrista.
Editorial 17 de julio de 1997:
El Tercer Mundo, cuyo concepto se multiplicó en ese tiempo, significaba, de una parte, la denuncia más flagrante del imperialismo internacional por su explotación y miseria, pero, de otra, la promesa de una ebullición que transformaría el mundo.
Editorial 10 de octubre de 2007
El hecho de que el Che diera la vida y sacrificara las de muchos no hace mejores sus ideas, que bebían de las fuentes de uno de los grandes sistemas totalitarios.
Editorial 17 de julio de 1997:
Vuelve el Che: un fenómeno que suscita para los que eran jóvenes progresistas, cuando batallaban Guevara, Fidel o Cienfuegos (los jóvenes barbudos) la melancolía de unos ideales marchitos. Es útil para quienes no vivieron los tiempos de la revolución cubana y sólo han recibido la mitología guevarista como una abstracta evocación de una lucha por un mundo mejor, más igualitario y más humano. Que siga el son.
Editorial 10 de octubre de 2007:
Por el contexto en el que apareció, la figura de Ernesto Guevara representó una puesta al día del caudillismo latinoamericano, una suerte de aventurero armado que apuntaba hacia nuevos ideales sociales para el continente, no hacia ideales de liberación colonial, pero a través de los mismos medios que sus predecesores. En las cuatro décadas que han transcurrido desde su muerte, la izquierda latinoamericana y, por supuesto, la europea, se ha desembarazado por completo de sus objetivos y métodos fanáticos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Poder discrepar(muy limitadamente por cierto)con el patrón mediático, representa apenas un pequeño residuo de la libertad de prensa que la concentración económica de los medios de difusión está anulando de hecho cada día, a favor de los costosisimos recursos tecnológicos de que hoy se vale la comunicación masiva.
Pero lo más importante a destacar,creo,es el giro ideológico que se registra en la cúpula de los medios más poderosos, reflejada en las casi antitéticas imágenes que del Che nos presenta el diario más "serio" del reino de España. Giro que apunta a socavar la legitimnidad de las renovadas democracias sudamericanas, que en muy diversos modos y ritmos, con dudas y temores, coinciden en la recuperación de la identidad polìtica y con ella la independencia económica de AméricaLatina.
La frase final del escatológico editorialista ibérico es para el diván del analista... político, pues une, en una nueva versión del "eje del mal" a los partidarios del Che con los admiradores de Simón Bolívar, (que al fin y al cabo también era un caudillo, pero en un sentido americano que España desconoce).
Conclusión: hay un giro estratégico en la plutocracia española, que busca sabotear la unidad latinoamericana y consolidar la dependencia. Y hay una gran prensa, allá y acá, que trabaja para esa estrategia, comenzando por erosionar sus símbolos y sus paradigmas politicos.
JUANCARLOS SEGUNDO (SARRA).