ARDE LA CIUDAD
“¿Quién no estará de acuerdo en que Santa Fe arde como una enorme hoguera? Hasta el ventilador, recalentado arde de calor. Todo lo que nos rodea huele a plomo hirviente, a sed, a desesperación”, dice una crónica que suena a conocida, repetida y hasta deprimente, si no fuera porque fue escrita en enero de 1931. “¿Cómo entonces, no dar un vistazo al espectáculo panorámico, asfixiante, tremebundo e impresionante, de miles de personas que se disuelvan en sudor y lamentos y sin embargo van vestidos como si estuviésemos en pleno invierno?”, se preguntaba el diario Santa Fe. “Llevan saco, generalmente cruzado; botines de cuero grueso; cuello que asoma hasta el extremo de los pabellones de las orejas; sombrero pesado, etc. parece que nadie pretende desahogarse, aliviar la bestial carga que en verano tiene el peso imaginario de una locomotora”. Es que, dice el periódico, “quien se atreva a andar sin el saco, prenda inútil que los sastres, a fuer de comerciantes han hecho imprescindible, será pasible de una multa o sanción más grave. Y la cosa era en serio”. “Aunque pese en el alma y en el cuerpo, han debido enterarse que la moral también está entronizada en el saco”, reflexionaba. Y describía un par de situaciones: “En muchas playas y balnearios, la policía –que no lleva chaquetilla porque hace excesivo calor- vigila que nadie circule o se estacione sin saco. Mientras tanto las bañistas deleitan los ojos con el grato espectáculo en formas audaces y con la exhibición de artísticos encantos corporales. De modo que ahora es el hombre quien tiene la moral, a través de las formas. Cuando con mostrar el cuello y la manga de la camisa que las damas se ruborizan!”, señala. La reflexión con que termina la nota es: “Detente calor! Detente moral! O en su defecto este pueblo culto y bondadoso es capaz de andar con el saco en la mano…”En 1931 Santa Fe se derretía al sol. Pero había personas que estaban obligadas a llevar saco y corbata, atentamente vigilados por la policía.
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