miércoles, octubre 17

MUJERES AUTÓNOMAS U HOMBRES POLLERUDOS

Siete de cada diez mujeres argentinas son autónomas a la hora de decidir su voto. O: tres de cada diez mujeres consultan a una figura masculina antes entrar al cuarto oscuro. Múltiples lecturas puede provocar esta encuesta realizada por IOPPS, justo al momento en que son ellas las que encabezan la disputa electoral. En Santa Fe, en el siglo XIX, la sola presencia de mujeres cerca de los atrios de votación provocaba escándalo, y la dura amonestación a sus padres, hermanos o maridos.

La encuesta fue realizada por el Instituto de Opinión Pública y Proyectos Sociales y publicada por Página/12 el último fin de semana. Hay quienes ven el vaso “medio lleno”; otros “medio vacío”: en pleno siglo XXI, siete de cada diez mujeres tienen completa autonomía para decidir su voto; o: tres de cada diez, consultan antes de emitirlo a alguna figura masculina.

Pero allá lejos y hace tiempo, más precisamente en febrero de 1878 se producía un escándalo por el acercamiento de algunas señoras a los atrios electorales. Acababan de producirse elecciones en la provincia. Había ganado Simón de Iriondo y el diario rosarino El Sol publica lo que considera una noticia inaceptable.

Se habían acercado a los atrios de votación, acompañando a la oposición del Club Constitucional, un grupo de señoras.

“Según la Ley de elecciones provincial sólo votan los inscriptos en el Registro Civil.

Las señoras no votan, por la simple razón de que no tienen ni gozan en nuestro país (como en ninguno) de derechos políticos. Luego su presencia entre los votantes estaba de más”, decía el periódico.

Por supuesto, puede haber algún tipo de excepción en la participación de las mujeres. Señala este ejemplo: “Las matronas argentinas, tanto en Buenos Aires como en Mendoza arrojaban flores a los batallones que marchaban a la guerra, y se desprendían de sus anillos, de sus alhajas para la compra de las armas de los que habían de libertar la Patria en la guerra de la Independencia. Alguna vez la historia, nos presenta heroínas como Juana de Arco, como la Zaragozana, como la Tucumana, como Policarpa Zalavarrieta, en situaciones difíciles, supremas en que ha sido necesario un sacrificio”.

Pero esos son, obviamente, casos excepcionales, porque “jamás, señora alguna púsose a vanguardia de los escuadrones que salían a campaña, ni en los regocijos, manifestaciones y banquetes ocuparon otro lugar que el que corresponde al sexo hermoso”.

¿Qué hubiera pasado si los iriondistas hubieran hecho lo mismo? Decía El Sol: “Pues si lo mismo hubieran hecho los del Club del Pueblo, que suponemos tienen madre, hermanas, hijas, la manifestación femenina, en vez de electoral, hubiera sido una manifestación de carnaval. Bonito hubiera sido que esas damas, invitadas, en agradecimiento de su ardiente adhesión, por los indios Calchines a subir en ancas de sus briosos corceles, hubieran así paseado las arenosas calles del Santa Fe”.

“El entusiasmo femenino tiene sus límites”, amonesta el diario. “No culpamos a esta señoras, sino a sus esposos o hermanos que no les han aconsejado lo que correspondía a la madre, la esposa, la hija son dignas de respeto y veneración en su casa, en el hogar, fuera de él, solo vemos el sexo débil en la tortuosa senda que la priva de las consideraciones que las sociedades cultas le tributan. Y aún se presta a otra consideración poco favorable a la minoría; y es que han querido cobijarse al amparo de las polleras, por si algo turbio ocurría”.

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